Había una vez un niño llamado Elías que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Una noche, mientras caminaba por el bosque buscando luciérnagas, encontró una linterna antigua cubierta de polvo y musgo.

Al encenderla, no iluminó el camino como esperaba. En cambio, una luz suave y azulada flotó hacia el cielo y formó una figura brillante que habló:

—Has encontrado la linterna de los deseos. Puedes pedir tres, pero uno debe ser para alguien más.

Elías, sorprendido pero emocionado, pidió primero tener siempre un libro nuevo cada semana. Luego, deseó que su perrita enferma volviera a estar sana. Finalmente, pensó en su abuela, que siempre había querido ver el mar, y deseó que ella pudiera viajar a conocerlo.

La linterna brilló intensamente y se deshizo en polvo de estrellas. A la mañana siguiente, Elías encontró una pila de libros en su puerta, su perrita corriendo feliz… y una postal de su abuela desde la playa.

Desde entonces, Elías guardó en su corazón una lección: los deseos que se comparten, brillan más.